El exceso de peso se relaciona con condiciones que afectan la salud y la calidad de vida. La ubicación o distribución de la grasa corporal reviste especial interés desde el punto de vista clínico, y varía según sea difusa o localizada, básicamente en el abdomen.

La obesidad es considerada una de las Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT), que tiene como características fundamentales la de ser frecuente a nivel global, creciente, afectar a países desarrollados y en vías de desarrollo, a ambos sexos, y a todas las edades y grupos sociales.

Su causa es multifactorial y es el resultado de un desequilibrio crónico entre el consumo y el gasto de energía, el que ha sido atribuido a factores ambientales amplificados por cierta predisposición genética, lo que facilita una acumulación anormal o excesiva de energía en forma de grasa en el tejido adiposo.

Por las características antes comentadas, la obesidad genera importantes gastos al sistema de salud (directos e indirectos), debido a su complejidad y a su tratamiento. De hecho, en 2011 las Naciones Unidas declararon que las ECNT son uno de los principales obstáculos para el desarrollo del siglo XXI.

Hoy se sabe que el exceso de peso se relaciona con condiciones que afectan la salud y la calidad de vida, entre ellas: diabetes mellitus (DM) tipo 2, dislipidemias (DLP), hipertensión arterial (HTA), enfermedades cardíacas, enfermedad cerebrovascular (ACV), osteoartritis, alteraciones del humor y del sueño, desórdenes alimentarios, gota, enfermedades de la vesícula biliar y del aparato digestivo en general, así como algunas formas de cáncer, entre otros padecimientos.

Diferencias en la distribución de la grasa

Es conocido que existen diferencias en la distribución de la grasa entre el hombre y la mujer. En la mujer se deposita principalmente en los glúteos y los muslos, lo que confiere un patrón “ginoide”, femenino, a la zona baja del cuerpo; mientras que en el hombre, la

grasa se deposita principalmente en el abdomen, y confiere el patrón “androide”, masculino, o de la porción superior del cuerpo, por lo que al aumentar la cantidad de grasa corporal, se desarrolla con más facilidad la obesidad abdominal o central.

Se debe señalar que no necesariamente estos patrones se cumplen para cada sexo de forma invariable, y pueden presentarse en ambos inclusive.

Diferentes medidas antropométricas miden de forma indirecta el contenido de grasa abdominal y su correlación con las medidas de otros segmentos corporales, y esto permite obtener resultados que dan una idea de cómo repercute del contenido graso visceral sobre diferentes parámetros metabólicos y cardiovasculares.

Ante esto, es destacable la utilidad de la correlación de la medida de la cintura y la talla, la cual se obtiene de dividir la circunferencia o perímetro de cintura por la estatura

(Índice Cintura/Estatura), lo cual da la posibilidad de detectar obesidad y riesgo cardiovascular y metabólico en un determinado paciente.

El hecho de presentar un aumento de la grasa abdominal tiene una importante connotación para detectar poblaciones vulnerables de riesgo cardiovascular y metabólico, y la presencia de este elemento permitirá orientar mejor la búsqueda activa de algunos trastornos bioquímicos y clínicos, que hablan a favor de alteraciones del metabolismo de los carbohidratos, y que comprenden varias categorías como la glucemia alterada de ayunas, la tolerancia alterada a la glucosa, la combinación de las dos anteriores comúnmente conocida con el nombre de disglucemia.

Otras herramientas de medición de obesidad

Para el diagnóstico de la obesidad se acepta el uso del índice de masa corporal (IMC), que no distingue la masa magra de la masa grasa, por tanto, no representa fielmente la distribución de la grasa en el organismo.

Corresponde a la Obesidad Abdominal ese papel, lo que sugiere que esta representa un riesgo diferente.Esto sucede porque la Obesidad Central está más fuertemente vinculada a la resistencia a la insulina, que los depósitos de grasa periférica.

En la actualidad el tejido adiposo es considerado un verdadero órgano endocrino, el cual secreta una serie de proteínas, conocidas como adipoquinas o citocinas, que presentan una función variada que sirven de base para explicar la interrelación entre la Obesidad y la Diabetes Tipo 2. Ellas derivan de los adipositos o de los macrófagos infiltrantes, o de ambos, y representa la inflamación del tejido adiposo uno de los primeros pasos en la cadena de eventos que llevan a la resistencia a la insulina en personas obesas y/o con sobrepeso.

Tomando en cuenta lo anterior, el empleo de métodos antropométricos en el diagnóstico y tratamiento clínico de la obesidad reviste una importancia especial, por ser relativamente simples, no invasivos, baratos, y no exigir alto grado de habilidad técnica y entrenamiento para ser aplicados; y, teniendo en cuenta su eficacia, son una

alternativa bastante utilizada en estudios poblacionales sobre obesidad y distribución regional de la grasa.

En este sentido, los de mayor utilidad (además del IMC), han sido los que determinan el perímetro abdominal, que relacionan la grasa abdominal con diferentes segmentos del cuerpo, de ahí que su alteración tenga un valor particular para el diagnóstico como factor de riesgo y pronóstico de aparición de complicaciones secundarias a la obesidad.

En general se plantea que las medidas antropométricas que incorporen la medición de la cintura y la forma corporal tendrían una mayor capacidad para predecir factores de riesgo relacionados con la obesidad en niños y adultos, y reemplazar al IMC en las definiciones de diagnóstico clínico.

También en edades pediátricas, algunas investigaciones realizadas denotan que el Índice Cintura-Estatura es superior para predecir la presencia de algunos factores de Riesgo

Cardiovascular, como el colesterol total, la presión arterial, los triglicéridos, el colesterol LDL y el colesterol HDL, en comparación con el IMC.

Como otro elemento representativo del valor de la determinación del IC/E, están los resultados de un estudio en adultos chilenos, que mostró que este índice es un predictor de mortalidad general inclusive más preciso que el IMC.

Problema de tendencia mundial

Existe una tendencia mundial al incremento de la ingesta calórica que, unida a la escasa

práctica del ejercicio físico (como consecuencia del desarrollo de los medios de transporte y comunicación, así como el auge de entretenimientos francamente sedentarios), hace posible que se creen las condiciones para el desarrollo de la obesidad y sus consecuencias.

La ubicación o distribución de la grasa corporal reviste especial interés desde el punto de vista clínico, y varía según sea difusa o localizada básicamente en el abdomen.

Otra de las características que le da valor al índice IC/E es que puede ser empleado a cualquier edad como diagnóstico de sobrepeso y obesidad y, en particular, en edades pediátricas, en las cuales tiene un importante valor, ya que ayudan a predecir e identificar la presencia de algunos factores de riesgo cardiovascular en esta etapa de la vida.

Es importante destacar que el IC/E puede ser utilizado para diseñar estrategias más efectivas, en la prevención y tratamiento de la obesidad y sus consecuencias. Ha demostrado ser una herramienta económica, fácil de aplicar y de gran utilidad.

Fuente: Rev. Cubana Endocrinol vol.26 no.1 Ciudad de la Habana ene.-abr. 2015